Para entender la historia de Puno tenemos que separarla en diversos tiempos los cuales marcaron épocas importantes, es como así las culturas como la de Tiahuanaco y posteriormente la Inca fueron fundamentales en un inicio.

Época Pre Inca de Puno

El halo de misterio que envuelve a Puno se ha proyectado hasta nuestros días a través de leyendas y relatos mitológicos que han intentado explicar la historia exacta de sus antiguos pobladores. No obstante, se sabe que existieron grupos de diferentes etnias que se asentaron durante largo tiempo en la zona y que desarrollaron un calendario pluvial y lacustre. Gracias a él, pudieron superar las difíciles condiciones del lugar, como los ciclos de sequías y de crecidas del agua. También se sabe que cultivaron alimentos como papa y quinua, y que desarrollaron un sistema de conservación de semillas y productos deshidratados como charqui y chuño.

Según el investigador Arthur Ponasky, en un inicio dos grandes núcleos étnicos, los collas, de quienes descendieron los Lupacas, Collaguas, Pacasas, los Aruwaks ancestros de los Uros y Chipayas. En el siglo III ya se habrían formado dos importantes centros culturales, Pucara y Tiahuanaco cerca al lago Titicaca. Sobre la cultura Pucara no se tienen datos precisos acerca de su origen y decadencia, pero se estima que ya se encontraba en el ocaso cuando llegaron los incas. Por su parte, la cultura Tiahuanaco se extendió hasta Argentina, Bolivia, Chile y Ecuador ejerciendo una importante influencia política, cultural y lingüística en el mundo andino pre inca. La civilización de Tiahuanaco logró establecer un efectivo sistema de intercambio con pueblos alejados a fin de poder conservar los bienes necesarios para el sostenimiento de los sacerdotes y personajes importantes de su sociedad.

Puno Pre Inca

Diferentes estudios realizados sostienen que el desarrollo del comercio fue la herramienta básica para que esta cultura lograra expandirse al crear fuertes lazos con diversas poblaciones alas que luego sometieron sin necesidad de recurrir a la fuerza.

Para llevar a cabo esta política de intercambios, los tiahuanacos organizaron caravanas que recorrían largas distancias con llamas que llevaban sobre sus lomos diversos productos de la zona del altiplano. Cada viaje era, además, aprobando para establecer vínculos de índole religiosos con sus ocasionales anfitriones.

El fin de Tiahuanaco llegó entre los siglos XII y XIII, dando pie a la formación de diversos reinos independientes que mantuvieron largas y feroces luchas entre sí. De ellos, los más importantes fueron los Lupacas, que tuvieron en Chucuito su principal centro de desarrollo y los Collas, herederos de la antigua cultura del mismo nombre y cuyo poblado principal fue Hatuncolla.

Época de dominación del Imperio Inca

Aunque no se sabe a ciencia cierta en qué momento se incorporó Puno al imperio incaico, se estima que sucedió a comienzos del siglo XV y que fue el inca Wiracocha quien inició la conquista, con la anexión de algunos pueblos como los Canas y los Canchas. El inca Pachacútec habría enfrentado la resistencia de la alianza de los reinos de origen Colla y finalmente, Túpac Yupanqui habría sido quien sometió toda la región del Collao para el imperio incaico. Tras la división del imperio en cuatro, el altiplano formó el Collasuyo, una zona que mantuvo en alerta a los administradores del imperio debido a los constantes actos de rebeldía de sus habitantes. Sin embargo, creyeron que era conveniente mantener esa región debido a su gran riqueza minera y a sus útiles criaderos de auquénidos. Los incas dividieron a las comunidades en castas y organizaron las tierras de cultivo en tres partes, una para el Sol y el inca, otra para el tributo agrario y una tercera para el pueblo. Se construyeron templos, caminos imperiales y tambos, Hatunncolla paso a ser la capital administrativa del Collasuyo.

Puno Inca

El Virreynato en Puno

Luego de la muerte de Atahualpa y la toma de Cusco en 1533, los conquistadores españoles tuvieron noticias de la riqueza minera de Puno y de los asombrosos bienes que poseían los curacas. Sus reacciones no se hicieron esperar: Francisco Pizarro llevó a sus soldados a la región de los Charcas, al otro lado del lago Titicaca, donde obtuvieron una gran cantidad de estos minerales. En 1534, el dominico fray Tomás San Martín llego a la zona del Collao, recorrió las orillas del Titicaca e inició la obra de conversión de los indígenas, cuyos pueblos habían quedado en ruinas tras el paso de los conquistadores. Otros sacerdotes se sumaron a la tarea e iniciaron la construcción de las parroquias de Acora, Chucuito, Ilave, Paucarcolla y Zepita, todas joyas de la arquitectura colonial. Durante aquellos años, la resistencia indígena se shizo notar en más de una ocasión. En 1538 una coalición de pueblos del altiplano sitió Hatuncolla, entonces sede de las fuerzas hispanas. Hernando Pizarro, con la ayuda de Collas y otros grupos locales, venció a los indígenas y consolidó el poder español en Cochabamba, Carchas y el Alto Perú. Unos años después en 1542, el territorio del Collao fue anexado al gobierno de Lima y tras el asesinato de Manco Inca en 1544, se perdió toda esperanza de liberación indígena.

Puno en el Virreynato

En 1570 el virrey Toledo estableció las encomiendas e impuso el trabajo obligatorio de cientos de indígenas del altiplano en las minas de plata de Chucuito, Laicacota y Potosi. Trabajan largas jornadas casi sin alimento, por lo que la mortalidad aumentó considerablemente. Solo en Chucuito, entre 1628 y 1754, la población indígena se redujo en dos tercios. El asiento minero de Laicacota, uno de los más importantes de la Colonia, pertenecía a los hermanos andaluces José y Gaspar Salcedo, famosos por cometer abusos contra los nativos. El 8 de mayo de 1666, los hermanos Salcedo se amotinaron y tomaron la región de Puno. Dos años después, el virrey Conde de Lemos llegó al lugar para restablecer el orden y resguardado por 350 soldados, mando ejecutar a José Salcedo y desterró a Gaspar. El virrey destruyó la ciudad de Laicacota y ordenó que la capital se trasladase a San Juan Bautista de Puno, le dio el título de villa y el nombre de San Carlos de Puno, en homenaje al rey de España Carlos II. Así, el humilde pueblo de indígenas se convirtió en cabildo de españoles y criollos. En 1796, la ciudad de Puno fue constituida como intendencia del virreinato.

Emancipación en Puno

El resentimiento de los pueblos del altiplano pro las excesivas e inhumanas obligaciones a los que eran sometidos, propició la adhesión a las rebeliones antiespañolas. Los puneños apoyaron la gesta aimara de Tomás Katari y la rebelión del líder quechua José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, a quien proporcionaron voluntarios, provisiones y bestias de carga. Entre 1814 y 1815, se unieron a la rebelión de los hermanos Angulo y la del caudillo Mateo García Pumacahua. Por ello no debe sorprender que Puno haya mantenido una constante inquietud emancipadora. Durante los años de la independencia, fue el punto obligado de contacto entre los rebeldes patriotas y los del Río de La Plata y sirvió, también, como punto de apoyo virreinal para contener el avance revolucionario proveniente de aquella zona. Aunque la independencia había sido proclamada el 28 de julio de 1821, regiones importantes como Puno siguieron en manos de los españoles. En 1825, tras diversas batallas en la región, el general Sucre llegó a Puno para enfrentar al general español Olañeta. Pero como este ya había sido asesinado por sus subalternos, Sucre proclamó la independencia del Alto Perú el 6 de agosto, llamándola Bolivia en honor del Libertador Simón Bolívar.

Época de la República hasta el siglo XX

El paso de la Colonia a la República no disminuyó los atropellos contra los indígenas, políticos y hacendados tomaron la posta de los españoles y continuaron con las prácticas que habían dado lugar a la indignación de los pobladores locales. Puno fue escenario de constantes sublevaciones sociales contra esta situación y, además, de rencillas entre políticos peruanos y bolivianos, las que acabaron con el Tratado de Puno del 7 de junio de 1842. A mediados del siglo XX, el latifundismo se constituyó como el principal problema social y económico de la región. Los terratenientes controlaban casi el 80% del territorio, lo que afectaba los derechos de las comunidades indígenas. Dada esta situación, era para muchos una necesidad impostergable la puesta en marcha de un plan de reforma agraria que pusiera fin a esta situación social. Fue así que se dieron las esperadas reformas, en 1965, durante el gobierno de Fernando Belaunde, y en 1969, durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Aunque las opiniones no son del todo unánimes, se puede decir que implementación de la reforma no fue del todo adecuada por lo que la producción disminuyó considerablemente en muchas haciendas, se acumularon préstamos y la informalidad creció. El gobierno de Alan García desarrolló una política de estímulo a la producción rural por medio de subsidios. Tras desatarse la crisis de su modelo político, aumentó la migración a las ciudades y se fortaleció la informalidad. Esto sumado a las lluvias e inundaciones que tuvieron lugar a fines de la década de 1970, sumió a Puno en una situación complicada de la que aún busca recuperarse.

Puno contemporáneo

En años recientes, el departamento de Puno ha vivido un proceso político y social que ha puesto sobre el escenario de la vida nacional, la necesidad de enfrentar de manera efectiva los problemas de diferente índole que ha padecido la región durante largo tiempo. Iniciativas del gobierno como la creación de zonas francas, aprobación de exoneraciones tributarias o la construcción, modificación y ampliación de infraestructura como la Carretera Transoceánica no han demostrado sobre el papel su utilidad para atenuar el estado de efervescencia social que se vive en el altiplano, exacerbado por la influencia de grupos radicales y bandas delictivas dedicadas al contrabando y al narcotráfico.

Resulta fundamental, para la estabilidad de la región, la adopción de medidas que involucren tanto a la población como a las autoridades locales, sin perder de vista los grandes objetivos nacionales. No debemos olvidar que dada su situación de departamento fronterizo, Puno merece un especial tratamiento a fin de responder a las justas aspiraciones de los ciudadanos.